¿Qué hace un catalán en paro en un pueblecito a 100 km de donde Buda perdió la sandalia?

He llegado aquí para colaborar con ASSIST, una ONG india que ayuda a las comunidades rurales desde su base, y, por qué no, también para conocer la cultura del país, ver su situación y viajar un poco. Lo demás ya vendrá...

Si queréis consultar la web de la ONG:

www.assist.org.in

En la sección About us/Strategy os podéis hacer una idea aproximada de cómo trabajan.

¡Bienvenidos!


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Chilakaluripet, Guntur District, Andra Pradesh, India

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domingo, 29 de mayo de 2011

Viaje con Teresa: Badami, Aihole y Pattadakal


Al día siguiente por la mañana, cogimos un coche en el hotel de Hampi que nos dejó en Badami casi al mediodía, después de pinchar una rueda por las horribles carreteras del trayecto. Lo raro es que sólo pincháramos una…

Un bucólico rincón de Badami
Al llegar a Badami, hicimos un tour por algunos hoteles de allí para ver si había alguno decente, y pudimos comprobar el estándar de la hostelería india. Había uno que valía 50 euros la noche (no es mucho en Europa, pero aquí es un pastón, la mitad de lo que cobra al mes alguna gente) y donde en la habitación “estrella” que nos enseñaron las toallas, sábanas, etc. daban grima de ver. Y eso que yo no soy un maniático de la limpieza…



Al final nos quedamos en la suite del que ya nos habían recomendado, muy chula, bastante decente y donde Teresa sacó sus garras comerciales y regateó un 20% menos sobre el precio inicial. Lo curioso es que nos enseñaron la suite porque, según ellos, todas las habitaciones “normales” estaban completas, pero luego apenas vimos un alma por el hotel durante dos días y más de una vez comimos o cenamos solos. Hay que ver cómo se las ingenian esta gente…

Una foto que me encanta, by Teresa
Nuestro conductor, Sameer


Por unos 48 euros nos ofrecieron conductor privado para los dos días y el trayecto del segundo de 150 km. hasta la estación. Después de la experiencia de Hampi, aceptamos sin pensarlo aunque con la sensación de que era un poco caro. Cuando estás allí te da la impresión de que siempre te están cobrando de más, pero, desde luego, comparando con Europa está claro que no hay color, En Barcelona por ese precio a lo mejor haces 50 kilómetros, y además es un gusto que te lleven a los sitios y luego te esperen para llevarte al siguiente. Al final me voy a volver un hedonista-capitalista…

El pedrusco de Badami con las columnas del primer templo
Interior del primer templo
 El primer día vimos Badami, donde hay cuatro templos excavados en la roca de un peñón. Allí vimos cómo los macacos eran los amos del lugar e incluso presenciamos dos robos en vivo (por parte de los macacos, hacia los desprevenidos humanos). Fue muy interesante ver cómo Teresa compró una bolsa de snacks y, sin ni siquiera haberla abierto, en menos de diez segundos ya estábamos rodeados por cuatro de ellos. Sin embargo, no eran agresivos y al guardarla se marcharon, por suerte…

Por todas partes...
Sobre los templos, es impresionante pensar que hace 13 siglos pudieran hacer algo así, perforado metros y metros de roca maciza…. Dentro de los templos también había ornamentaciones muy trabajadas y algunas estatuas espectaculares que sobresalían de la misma roca donde se habían esculpido. 

Vistos los cuatro templos, más tarde estuvimos en un templo donde el sacerdote, con buen inglés, nos guió por sus recovecos, explicándonos un poco la simbología de los lugares. Fue curioso ver todo de gente bañándose y riendo en la especie de piscina sagrada del templo, dado que en nuestra cultura los lugares religiosos suelen ser de lo más solemne. 


Pasamos toda la visita esperando que el sacerdote nos pidiera una contribución a la causa, pero finalmente nos dimos cuenta de que sólo estaba interesado en transmitirnos su cultura y que conociéramos un poco más la religión hindú… (En estos casos me sentía un poco culpable, pero costaba bajar la guardia porque nunca sabes quién quiere ayudarte y quién pretende ganar extra a tu costa porque para ellos estás forrado). Por certo, me dio su e-mail, así que si alguno de vosotros siempre ha deseado cartearse con un sacerdote de Shiva, ahora, por fin, es vuestra oportunidad.





Encontré curioso que hay muchos pequeños templos donde hay pilares llamados lingams, muchos de ellos del dios Shiva o shivalingams, que son monumentos de significado fálico. Ello contrasta en gran medida con el estricto puritanismo del país, incluso parece un poco contradictorio, pero sin duda la India es un país de contrastes y además esos símbolos son muy anteriores a la colonización inglesa, que en la época victoriana era de lo más recatada. También hay templos donde se pueden ver esculturas de lo más eróticas, con mujeres voluptuosas practicando kamasutra con sus consortes. 
 

Más tarde, vimos otro templo donde nos recibió un pasillo de mendigos, bastante impresionante sobre todo por una niña pequeña que había entre ellos. Dentro había un muchachito que ya ejercía de monje y que robó el corazón de Teresa, y que estaba aún más emocionado que nosotros. 
El pequeño monje
Otro chico cuya mirada captó Teresa
Por la noche, el conductor nos llevó al mercado de Badami, muy animado y lleno de paraditas de todo tipo. La gente era muy amable e incluso animaron a Teresa a sentarse con ellos para una foto.


Teresa con los locales


El segundo día lo dedicamos a los templos de Aihole y Pattadakal. El de Aihole (sólo vimos el principal) nos encantó, era mucho más bonito que en las fotos, con gran nivel de detalle en las esculturas que adornaban las columnas y paredes. En Pattadakal básicamente había un recinto con varios pequeños templos juntos, también muy bonitos, ya que por lo visto fue una especie de laboratorio de pruebas donde se construía probando cada vez nuevos estilos arquitectónicos. Menos una pareja de guiris, todos los visitantes eran indios, con lo cual interactuamos con algunos de ellos.


El templo de Aihole



Tai Chi chino entre columnas indias




Intentando mimetizarme con el entorno


Mujeres indias lavando la ropa contra la roca


Última entrega de nuestras aventuras en este viaje, próximamente... Decid adiós a la vaca:

martes, 24 de mayo de 2011

Viaje con Teresa: Hampi

Hola a todos, seguimos con nuestras aventuras de vacaciones. En esta ocasión escribo featuring Teresa, que me ha echado un cable para escribir parte de la entrada. En breve intentaré poner el blog al día, últimamente me he columpiado un poco.



Al regresar a las oficinas de Assist después del día y medio en Chirala, sólo tuvimos tiempo de ducharnos, hacernos la maleta y poner rumbo a Guntur, donde a las 20h partía el tren que nos llevaría a la siguiente etapa del viaje: Hampi (2 días) & Badami (2 días).
Fue un milagro no perderlo debido a que todavía no estamos del todo vacunados contra la desorganización o pachorra india, pues llega a unos extremos que a uno le cuesta de que le entren en la sesera (y si no que se lo pregunten a Teresa…).
Yo haciéndome el interesante para la foto

 
Habíamos comprado el billete en la segunda mejor clase (aquí hay como 7 u 8 distintas), pero las camas eran más bien cutrillas. Estaba tirado de precio, eso sí, por unas 10 horas de viaje habíamos pagado menos de 5 euros cada uno. Por lo menos las camas tenían una cortinilla que te daba intimidad y te daban sábanas limpias y una manta, que yo agradecí mucho, ya que como es habitual el AC estaba puesto de modo que una familia de osos polares y otra de pingüinos podrían haber compartido vagón con nosotros tan a gusto. 
Teresa, ya descongelada
 
A las 6 de la mañana pusimos por fin los pies en Hospet, desde allí teníamos que encontrar transporte hasta Hampi. No fue difícil pues sólo bajar del tren ya se nos echaron encima un par de tipos ofreciéndonos un rickshaw a Hampi. ¡¡Qué pesados e incansables!! Es un poco rara la sensación de estar hablando con tu pareja y tener a un par de tíos a tu lado pegados como lapas y mirándote todo el rato, y no podértelos quitar de encima ni con agua hirviendo. Ejercido el tira y afloja, finalmente conseguimos un rickshaw más barato que el que nos ofrecían inicialmente.
¡Por fin en Hampi! Lo primero que nos impactó fue la gran marabunta de gente que había por la calle. El rickshaw, que nos llevaba hasta el río de Hampi que teníamos que cruzar en barca para alcanzar el hotel, tenía que ir pitando todo el rato para que la gente se apretujara un poco y nos dejara pasar. Al llegar al río, vimos que había un montón de gente pasando el día, bañándose, limpiando la ropa… Yo no había leído por ninguna parte que aquello estuviera tan masificado, pero supusimos que era así y ya está. Tras localizar en qué roca debíamos aposentar nuestras posaderas hasta que el barquero viniera a recoger a los pasajeros para cruzar el río, pasamos una odisea de unos diez minutos saltando de roca en roca por lo que identificamos rápidamente como un campo de minas (pastelitos marrones de origen humano, para más señas). La cosa era complicada, ya que había que encontrar el camino entre las rocas intentando al mismo tiempo ignorar el olor nauseabundo que ofendía nuestras fosas nasales, la gente que había por en medio, y los curiosos que nos preguntaban nuestro nombre mientras zigzagueábamos por el reducido espacio, tratando de no pisar la enorme cantidad de “minas” repartidas por todas partes, y a veces plantadas en medio de la única vía posible. ¡Aquello era el paraíso de Arale con todo aquel material!
La marabunta incontinente
 
Llegados al otro lado del río, comenzamos a buscar dónde estaba situado nuestro hotel. Se nos acercaron muchos indios, ofreciéndonos sus alojamientos, pero en cuanto les decíamos que teníamos un hotel reservado nos dejaban en paz enseguida y, con una especie de resignada honradez, nos indicaban amablemente el camino a seguir hasta el Shanti Guesthouse, nuestro “hotel”.
Fue fantástico descubrir que estábamos totalmente apartados del bullicio de Hampi y casi se podría decir que de todo , ya que el pequeño porche (¡con hamaca!) daba a un verde campo de cultivo rodeado de palmeras, y sólo se oían los pajaritos. Nos pareció el paraíso después de lo que acabábamos de vivir… Encima, la habitación estaba razonablemente limpia y valía 13 euros por noche. ¿Qué más se podía pedir?
Vista desde la habitación


Nuestra cabaña/habitación

Tras descansar un poco en la habitación y ducharnos nos pusimos en marcha. Vuelta a cruzar el río y directos al bazar/mercado de Hampi. Casi me da algo cuando me di cuenta de que, con las prisas, me había olvidado la guía de la India en Chilakaluripet. ¡Aaaargh! Así pues, empezamos a pasear por allí. El paisaje era muy chulo, con todo de colinas cubiertas por enormes rocas redondeadas y palmeras. Empezamos por ver una colina cuyo nombre le sonaba a Teresa, llena de pequeños templos. Muchos de ellos estaban ocupados por nutridos grupos de familias con numerosa descendencia incluida.
Bazar de Hampi, colorido y riadas humanas en estado puro
Un invento, ¿os gusta?
Enseguida, los niños que nos veían se acercaban y nos preguntaban de dónde éramos, nuestros nombres, y luego nos pedían fotos. Al principio, nos hizo más o menos gracia (quizá a mí menos porque alguna vez en Chilakaluripet ya había acabado quemado), pero luego la visita se convirtió en una maratón en la que avanzar unos metros suponía tener que repetir el propio nombre y procedencia unas 15 veces (a menudo al mismo niño), y realizar una media de 20 fotos, con lo que tan titánico esfuerzo nos agotó rápidamente. Al final evitábamos acercarnos a los templos, pero los niños nos veían de lejos y entonces se acercaban corriendo como manadas de pequeñas hienas salvajes (ya me entendéis), a la caza de dos caras blanquecinas, dos nombres repetidos hasta la saciedad y un montón de retratos. Hay que decir que los niños eran, en su mayoría, muy majos, y que aprovechamos para hacerles un montón de fotos con las que disfrutamos. Pero también es cierto que apenas nos dejaban visitar nada, y menos con tranquilidad.

Uno de nuestros acosadores más monos
HDR del atardecer
HDR con musa
HDR sin musa
 
Huyendo de los pequeños cazadores de nombres y fotos, conseguimos algo de calma en un rincón apartado, pero a la que nos movimos de nuevo nos encontramos con muchedumbres en una zona más amplia. Allí nos enteramos de que justo ese día era un festival muy importante y por eso estaba tan lleno de gente. Toma puntería. Ni a posta. Así que dimos una vuelta por ahí y al cabo de un rato nos volvimos al hotel. Estábamos tan cansados que ni siquiera cenamos.
Otro HDR


Al día siguiente bajamos un poco escamados por si se repetía la experiencia, pero al llegar al río vimos que estaba todo notablemente más tranquilo, lo cual fue un alivio. Además, tal vez Krishna el Destructor había decidido echarnos una mano, ya que la gran cantidad de zurullos que el día anterior saludaban al sol plantados sobre las rocas se había reducido de forma espectacular y, conociendo a los indios, dudo que nadie se hubiera dedicado a recogerlos. Y por lo visto hasta ahora, excepto en lugares concretos los servicios de limpieza brillan por su ausencia.

La sensación de normalidad se consolidó cuando un grupito de indios jóvenes nos asaltó preguntándonos si queríamos guía+rickshaw. Aunque nos interesaba, sobre todo después del via crucis del día anterior, nos hicimos los longuis. Teresa negoció con ellos y finalmente de 800 rupias nos bajaron a 700, unos 12 euros. Aunque a nosotros nos parecía barato, al ver la alegría del conductor tuve la certeza de que pagábamos muy por encima del precio de coste. Pero regatear con ellos era bastante agotador, así que, a veces, no considerábamos que valiera la pena estar diez minutos de tira y afloja por ahorrarnos un par de euros. Por otra parte, al final comprendimos más o menos su forma de regatear: te decían un precio muy inflado, y luego hacían ver que se sacrificaban por el bien de la humanidad y te lo rebajaban un poco. En muchos casos, cuando les decías que no te interesaba o que tenías otra oferta más barata y te ibas, entonces sí corrían detrás de ti y te animaban a decir un precio…

Bueno, el caso es que este chaval resultó ser muy agradable y nos llevaba a los sitios y luego nos esperaba en el rickshaw. Aunque no soy amante de los lujos, la verdad es que era un gustazo no tener que preocuparse por nada y que te llevaran de un lado a otro como un ricachón occidental. No nos explicaba apenas nada de los sitios, pero por ese precio no se puede pedir más… 

Como nos habían dicho que el tour duraba lo que tardásemos en ver todo lo programado y que no nos quejáramos si lo hacíamos en tres horas, pues Teresa y yo nos explayamos más (aún) de lo normal en pasear por los sitios, hacer cientos de fotos e interactuar con los niños (mucho más escasos que el día anterior, por suerte), de modo que al final se nos hicieron casi las seis de la tarde, con lo que tuvimos que abortar lo que quedaba de visita porque las barcas que cruzaban el río terminaban el servicio a esa hora. 
Una de varias fotos haciendo el idiota

Por cierto que el día anterior me había empezado a doler el codo y a inflamarse, y no podía estirar el brazo. A mitad del segundo día en Hampi estaba hinchado y caliente y parecía que tuviera un huevo lleno de líquido debajo de la piel. Hice el resto del viaje con el huevo, aunque se fue deshinchando poco a poco… (al volver a Chilakaluripet ya estaba casi curado, pero al vérmelo en la oficina me mandaron al médico. En dos palabras: no vuelvo. Se equivocó de diagnóstico y me abrió el codo con un bisturí porque se pensaba que era un forúnculo, cuando, tal y como Teresa descubrió más tarde, en realidad se trataba de una bursitis, una inflamación de la bolsa de líquido de la articulación). También me habían salido multitud de granitos en la piel que iban y venían y que temí que fueran sarna. La historia ha durado hasta hace unos días, aunque parece que gracias a la ayuda de Teresa y una doctora española pudimos diagnosticar lo que era y estoy tomando antibióticos para curarme (hace unos días tuve como una recaída y tenía todo la piel del tronco y parte de los brazos tapizada de granitos). 

Ese pedazo de codo


Aquella noche fuimos a cenar a un restaurante que nos habían recomendado los del hotel… Al cabo de un buen rato de esperar, los de la mesa de delante nos adivirtieron que ellos habían esperado ¡¡¡Una hora y media!!! Eso sí que es pachorra india… De modo que le pedimos al garçon unas patatas fritas para picar mientras tanto y le metimos un poco de prisa, gracias a lo cual nos sirvieron la cena tan sólo una hora y cuarto más tarde de haberla pedido. Tanto ese lugar como donde habíamos comido los dos días eran superguiris, con platos como pizzas, crepes de nutella, pasta…

Aquella noche fue la primera, y hasta ahora la única, en que he visto llover en la India… Cayó una tromba de cuidado, pero por suerte nosotros ya estábamos tan a gusto en la habitación.

Pues aquí acaba esta parte, próximamente más. Cómo no, os dejo a un par de vacas de despedida, una por cada uno:

Teresa haciendo amistades...

En un concurso de Misses (vacas) seguro que por lo menos queda finalista